miércoles, 26 de febrero de 2014

Leer, escribir, publicar


Largo y tendido se está hablando sobre el auge de la autopublicación, la función del editor y el devenir de la lectura en la realidad digital actual. Hace un par de días, sin ir más lejos, nuestro colega Aharon Quincoces, de la editorial hermana Intangible, publicaba en su blog un justificado artículo sobre su visión de la función del editor (que nosotros ya habíamos repasado también, aunque de forma mucho más somera, en un post anterior). Sin embargo, tanto él como nosotros, pese a tener muy clara nuestra responsabilidad a la hora de implicar a los lectores, ponerlos en contacto con los autores y sus obras y mantener activa esa vía de comunicación, olvidamos, por obvia, mencionar la labor fundamental: promover la lectura. Y es que este es también un tema muy vapuleado, en relación a la sobreabundancia de publicaciones: ¿hay lectores para tanto contenido?

Precisamente también esta semana me encontraba este articulito en la revista Letras Libres sobre lo absurdo de criticar el crecimiento de lo escrito y lo publicado, como si eso fuera malo, con el argumento de que no habrá lectores suficientes para asumirlo. Reconozco que yo misma me he dejado llevar a veces por ese mismo discurso catastrofista, pero en mi opinión que haya cada vez más autores y más libros que son publicados, por la vía que sea, no contribuye más que a mantener sano y diverso el proceso de lectura y a que haya cada vez más lectores, sea lo que sea lo que lean.

Leer, escribir, publicar. Y vuelta a empezar.

jueves, 20 de febrero de 2014

2014, trabajando a pesar de la incertidumbre

Supongo que he de aclarar que yo solo soy un colaborador, de este blog y de la editorial, y que la firme decisión de seguir trabajando contra viento y marea, únicamente corresponde a Amalia López, editora de sinerrata, pero ya nos vamos conociendo, así que estoy seguro de que seguirá remando en la única dirección que existe, hacia delante, cuando te embarcas en una aventura tan complicada como llevar el timón de una editorial única y exclusivamente digital, pero sujeta a los estándares que dicta la búsqueda de la calidad en todo lo que haces.

Las incertidumbres son muchas, muchísimas:
  • El IVA del libro electrónico. Hay quien se queja de las subidas al IVA cultural, mientras que las editoriales digitales directamente estamos fuera de él. Actualmente tenemos que grabar un e-book con un IVA del 21%, mientras que los libros en papel van con un 4%. Si hacemos caso a los rumores esto puede cambiar un poco, pero solo gracias a perjudicar a los editores que publican en papel. Se verá.
  • El futuro de los readers. Ya está hablado y más que hablado. Yo personalmente temo por el futuro de la tinta electrónica, a pesar de ser mi apuesta personal para la lectura, debido a la gran avalancha de tabletas y smartphones de gran tamaño, (phablets), artilugios todos ellos, mucho peores para leer, pero que sirven para más cosas. Se verá.
  • Modelos de venta. Con DRM, sin DRM, en la nube con un DRM más llevadero, compra individual... ¿Se impondrá algún modelo? Nosotros solo tenemos claro que vamos a trabajar sin DRM, por respeto a quienes nos compran, pero obviamente nos afecta si un modelo u otro se impone con claridad. Se verá.
  • Papel versus Digital. Como ya ha dicho Amalia en alguna ocasión casi cansa el debate. Porque sinerrata ha elegido un camino, sí, pero un camino que sobre todo consiste en publicar libros. El soporte no debería ser el centro del debate, aunque lo seguirá siendo mucho tiempo. Se verá.

Bueno, y esto es tan solo una parte. Sumen ustedes la crisis económica, de la que va a costar salir, la competencia con cada vez más formas de ocio, digitales o no, y cualquier otra cosa que se les ocurra. Se verá, se verá..., ¿qué puede hacer una editorial como sinerrata? Pues no esperar a ver qué es lo que se ve y seguir trabajando, codo con codo con los escritores, y escuchando a los lectores. Esperamos seguir caminando, y hacerlo bien acompañados, como hasta ahora.

jueves, 6 de febrero de 2014

Los verdaderos creyentes

A raíz de una conversación que vi ayer de pasada en Twitter (y en la que yo no participaba, aclaro) me estuve replanteando la forma en la que los defensores de la edición digital nos presentamos a nosotros mismos, o en la que los demás nos ven. En dicha conversación, que, repito, solo vi de pasada y no pretendo analizar, se hablaba de creyentes digitales, de los que lo eran desde un principio (y, en contraposición, de los que se han convertido a posteriori).

Me pregunto si esta es una buena denominación para los que abogamos por el formato digital, no como redentor del libro o único dios posible en el mundo de la lectura, sino como una evolución lógica y positiva de una actividad con unos cuantos siglos de existencia y a la que le queda aún carrera por delante. Yo no me siento creyente ni tengo la necesidad de evangelizar, más que a veces para defender que los libros que publicamos en sinerrata lo son por sí mismos aunque sean digitales, frente a la teoría extendida, a veces incluso de forma involuntaria mediante acciones no muy inteligentes de la propia industria, de que son un subproducto del formato impreso. Tampoco creo que sea mejor creer en el formato desde el día cero o haberse dado cuenta con el tiempo de que es una enorme oportunidad (de lectura, no de negocio, aunque también) y no una amenaza.

Lo que sí creo sinceramente, y desde hace mucho tiempo, es que el libro electrónico ha venido para quedarse (que no para ganar ninguna guerra, como ya hemos hablado en otras ocasiones), aunque también es cierto que la industria se empeña en no ponerlo fácil y aún quedan obstáculos por salvar, como el tema del DRM (y el previsible desastre que acecha tras la actualización que acaba de anunciar Adobe) y la estandarización de los formatos.